En Ciudad Bolivar el alboroto era grande, fiesta de pueblo antioqueño que se respete está llena de guaro, caballos y montoneras, y las fiestas del arriero no podrían ser menos.
El primer percance: conseguir "parquiadero" para el carro (estacionamiento). Solución: el compromiso de una tenue donación al honorable cuerpo de bomberos del municipio que se ofrecía a prestar su calle a los necesitados visitantes a cambio de la pequeña colaboración.
El segundo percance: comida. En un lugar con tanta gente, la comida no es que se consiga muy fácil. Por lo menos no una comida con un mínimo de respeto por la culinaria montañera de la que nos gusta tanto disfrutar. Y es que con tanto borracho con barriga de camionero que alimentar y con tanto turista esperando disfrutar las viandas locales, lo único que queda para los retrasados turistas que osan llegar casi a media noche a pueblo en ferias es la conocida "comida rápida" que en nuestro caso correspondió a un "Patacón con ropa vieja", con la buena fortuna que las manos de las mujeres de estas tierras saben convertir un simple entremes en todo un banquete y si el patacón no fue una panacea, por lo menos si constituyó una comida con la cual quedar satisfechos.
El tercer problema: la dormida. Vaya usted a conseguir donde dormir en un pueblo en fiestas, y eso que a esas fiestas no es que vaya mucha gente a dormir en cama, la mayoría amanecen desparramados por las calles o los más juiciosos amanecen en las sillas de las cantinas. Sin embargo, todas las posadas, hostales, cabañas o cualquier otro sitio dispuesto para hospedar a los visitantes, estaban copadas por los turistas más madrugadores. Este hecho se constituyó en un obstáculo insalvable sobre todo dadas las altas horas de la noche y el cansancio que aquejaba a varios de los miembros del grupo. Seguro que otros más osados ubieranse atrevido a amanecer mezclados entre el jolgorio que se vivía en esos momentos y dejar al sueño para otra ocasión más propicia, sin embargo, debo admitir que entre los placeres más encantadores y más apreciados por el grupo de puebliadores, se encuentra el buen dormir, sobresaliendo por encima del baile y el licor, hecho que quedará demostrado con los argumentos presentados en posteriores narraciones.
Finalmente, después de un par de cervezas, uno que otro empujón de borracho y de pagar la ya adquirida deuda de gratitud con el cuerpo de bomberos municipal, partimos de este efímero
Sodoma rumbo a alguna parte. Y aunque no estábamos seguros, ese "
alguna parte" apuntaba a ser el municipio de
Andes, pero fuera cual fuera nuestro destino, la idea era llegar a un lugar en el cual encontráramos dormida sin importar la locura que constituía partir por un camino desconocido, ya pasada la media noche, y a sabiendas de que si no habíamos sido capaces de llegar a donde supuestamente sabíamos por donde ir ¿cómo íbamos a llegar a algún lado si ni siquiera sabíamos donde quedaba ese lado?... cosa de locos.
Nota del autor:
Para ir entrando en confianza, a estas alturas de la historia ya habíamos regañado varias veces al amigo Julián por su dependencia a los computadores, y por haber hurgado hasta encontrar un café Internet en una situación como la vivida en Ciudad Bolivar... puede ser imaginada tal dependencia: un café Internet, a esas horas, con ese sueño, ese hambre, esas incertidumbres... definitivamente, todo un Ingeniero de Sistemas.
Cirano